miércoles, 27 de abril de 2022

Paseando por Garinoain

 Castro de 

Santa Cecilia

Hace ya un tiempo, mucho tiempo, cruzando por esa zona, una pequeña elevación con una ermita me llamó la atención. Se me olvidó. Sin embargo, recientemente su recuerdo regresó y, tras navegar un poquito, varios castros eran mencionados en esa lugar: Castro de Santa Cecilia, llamado así por la ermita que se levantó en el lugar, Castro de Oiamburu y Castro de Murugain.

Recurrí al SITNA, verdadero aliado en estas ocasiones y, por lo que vi, el que más me gustó fue el castro de Santa Cecilia. Así que después de comer nos acercamos a Garinoain.

Tras un tranquilo y corto recorrido por una pista en muy buen estado, estacioné el coche en sus proximidades; continuamos paseando, llegando finalmente al camino que facilita la subida al mismo. Además, muy bien cuidado porque se realizan romerías a esta ermita, y para ello es totalmente accesible, algo que siempre es de agradecer.



Lo primero que ves son, como no podía ser de otra forma, elementos de defensa: muralla, terraplenes y el foso. Terraplenes en este caso muy bien cubiertos con piedra (sillares... mampostería... quizás ambos) que han resistido hasta hoy sin muchos derrumbes.  Aprecié restos de muralla, muy pocos, en su parte superior, cuyos bordes estaban muy bien delimitados y nivelados, por lo que me atrevo a decir que

posiblemente, en su día, coronó el cerro un parapeto de adobe, eficazmente diluido por el tiempo. El foso lo rodea totalmente y todavía conserva parte de su profundidad.

 


Continuando por el pequeño camino que sube, nos encontramos enseguida a la izquierda, restos de lo que debió ser punto de acceso. Grandes sillares que me animan a pensar que existió una estructura defensiva bastante poderosa.  Continuamos subiendo un corto trecho hasta alcanzar la primitiva situación del poblado: una superficie amplia y totalmente plana.

La ermita de Santa Cecilia se encuentra situada en las inmediaciones he dicho punto, nada más acceder al alto. Sencilla,  desconociéndose su edad. No es la primera que me encuentro en un antiguo emplazamiento de un castro. Ni la última, espero.

Recorriendo el lugar, excepcionalmente llano, no encuentro rastro alguno de vivienda ni otra construcción. Seguro que están bajo tierra esperando el momento de resurgir. Pues que esperen: primero está Santa Criz; y después, también. 

Los castros antes mencionados están unidos por una ruta BTT. No sé quiénes habrán sido los favorecidos por la inteligencia que han diseñado el recorrido, pero a la vista de la fotografía, uno piensa que podían haber desplazado este lugar sin duda de bajada unos pocos metros a la izquierda y lanzarse por el camino de acceso. A fin de
cuentas estamos hablando de patrimonio, y seguramente encontrará  el placer de la bajada que produce este corte en otros muchos lugares. También es posible que se haya practicado algo parecido en los otros castros unidos por el recorrido. Ya veremos.

Bajamos al foso y me parece que es lo más llamativo o, al menos, lo que más me atrae de este lugar. Comenzamos a pasear generalmente arropados por la sombra de los árboles que crecen en él. Todavía conserva una cierta profundidad a pesar del colmatado de estos siglos. No se ven trazas de derrumbes en casi ningún lado, lo que nos muestra el buen hacer a la hora de recubrir y proteger los terraplenes con piedra. 

De repente una sorpresa: un grupo de piedras formando una elipse, con otras en el centro. Inmediatamente pienso en los Druidas Britanos de la Luna Llena. No sé porqué. Un poco más adelante se ve otro, y otro,  porque a lo largo de este lado del castro hay más grupos de piedras similares. Pasada la sorpresa y la ilusión de los druidas, pienso que han tenido que ser colocados allí en su día con motivo de las romerías, con el fin de comer o pasar un rato agradable charlando a la sombra.  Un sitio tranquilo.

Piedras que tienen mucha probabilidad de haber sido cogidas de los terraplenes que rodean. el cerro. Continuamos caminando por el foso, rodeando el castro cuando en un lugar determinado, en su extremo, se observan dos, fosos,  aunque solo uno tiene continuidad alrededor. 

La conclusión a la que llego es que fue un lugar bastante protegido y con recursos. Como tantos y tantos centenares de  castros que tenemos identificados en nuestra Comunidad, si no están dejados en el olvido, tampoco se tiene demasiado interés o dinero en investigarlos. Algo que por otra parte me parece muy bien siempre que todo el dinero que se haya querido destinar a cualquiera de ellos se invierta en Santa Cruz. Y he dicho bien: que se invierta, que es muy distinto a gastar. 




Algún día tengo que visitar un castro al que tengo muchas ganas, pero para ello necesito algo más que desearlo. Continuaremos esperando. 

Sin duda volveremos alguna tarde calurosa, ya que tenemos un excelente campo de juego para la pelota y después un lugar de reposo a la sombra. Y todos contentos.













La muralla romana de Santa Criz

Peculiares hiladas Hace tiempo que despertó mi atención y no puedo evitar, cada vez que disfruto de la visita de Santa Criz, situarme frente...