La Ermita de San Román
Escribí una entrada acerca de nuestro paseo a la ermita de San Román, en las proximidades de Aoiz. Recuerdo que para redactarlo emulé a un famoso personaje histórico, superando su estilo, faltaría más. Y no me preguntéis qué hice a la hora de publicarlo: desapareció. Así que voy a contarlo de nuevo, aunque sea por primera vez.
Llegamos después de comer, en un día con un sol pleno, sin nubes, una temperatura muy agradable. Como soy bastante raro, según dicen, no estacioné el coche en las proximidades de la Iglesia, sino que lo aparqué en la Urbanización de la Harinera, nada más llegar aAoiz girando a la derecha. Hay un bonito parque, en aquellos días tranquilo, en el que Krispys correteó antes de iniciar nuestra etapa.
Al poco rato nos dirigimos hacia el puente, caminando por la
calle San Miguel, paralela al río Irati y que transcurre a todo lo largo del
pueblo. De repente, Krispys agachó las orejas y rabo, encogiéndose entre mis
pies. No comprendía yo el por qué; no había nadie por la calle ni nada
que, en mi opinión, debiera asustarle. Seguimos caminando, con renuencia alguno que yo sé,
adivinando de pronto el por qué se asustaba: el ruido de fondo que nos
acompañaba se había transformado en un gran estruendo al comenzar a bajar la
calle. El río Irati bramaba, ya que era época de crecidas y lluvias. Pobre Krispys, a pesar de que en peores sitios ha estado metido. Cada vez es más asustadizo.
Pronto llegamos al puente y lo cruzamos, parándome, por
supuesto de vez en cuando para disfrutar del paisaje. Y una vez en la otra
orilla continuamos por la pista de la derecha en dirección a Úriz. Tras unos
pocos kilómetros nos desviamos a la derecha, ya cerca de la ermita. Sin
embargo, en un punto determinado había una cuesta hacia la derecha y otra hacia
la izquierda. Tras leer los oportunos paneles enfilamos a la derecha,
dirigiéndonos a una nevera restaurada no hace mucho tiempo por el pueblo de
Aoiz. Unas margas, en las que me resbalé bastante , mientras el perrito las
subía y bajaba sin cesar, nos acompañaron hasta el límite de un pequeño bosque
de pinos, desde el que se veía la entrada a la nevera. Antes que nada mire
hacia arriba, y como estaba bastante plagado de nidos de procesionaria, nos
dimos la vuelta. Por si acaso.
Ascendimos rápidamente la pequeña cuesta que está en el lado
izquierdo. Y allí hallamos la ermita de San Román, alegre, en un pequeño prado
totalmente rodeado de setos y de árboles, custodios de la historia del lugar.
La ermita ha sido recientemente restaurada y me gusta el resultado. Es
más importante el significado del lugar que el edificio. Aunque parezca
mentira, allí no se declaró una guerra, sino que se firmó una paz. Una paz
entre agramonteses y beaumonteses después de décadas de enfrentamientos. Fue la
regente doña Magdalena, en el año 1479, quien consiguió que los representantes
de los mismos, Pedro de Navarra y Luis de Beaumont, lograran alcanzar la paz.
El que no durase mucho tiempo ya es otra cuestión.
Y es muy interesante el que dicho acto diese lugar al actual
escudo de Aoiz. Para mostrar su buena disposición, antes de reunirse,
ambos representantes desenfundaron sus espadas y las clavaron en el suelo. Hoy
en día el escudo de Aoiz nos muestra esas dos espadas con una corona real entre
las mismas.
Así, tras jugar un rato con la pelota en el prado, tuvimos
que regresar, puesto que los atardeceres en esa época duran muy poco. Caminamos
ya casi sin sol y para cuando llegamos al puente ya era de noche. Nuevamente
por la calle San Miguel, con destino al parque. Sin novedades, excepto la
anécdota de que pasó por al lado un coche de la Policía Foral, justamente
cuando me había quitado la mascarilla para beber agua. No seáis mal pensados,
que su intervención consistió en saludarme mientras seguían con su
trabajo.
Y así finalizó nuestro paseo por Aoiz/Agoitz. Tarde
agradable y tarde entretenida; tarde que nos permitió conocer un poco más los
lugares que son historia en nuestra Comunidad
Te ha quedado muy chula la narración de tu paseo. Olé a repetir 👍👏👏👏
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