jueves, 16 de junio de 2022

Una de romanos






Es un recuerdo. Visión divertidísima de un instante. Uno de esos sucesos que asaltan muy de vez en cuando  tu vida, y  que te acompañarán, inevitablemente (por suerte), logrando que tu sonrisa regrese en ocasiones.

Estos días he leído una novela que, en general, me ha gustado, aunque prefiero en este caso a Suetonio. Nuevamente Julio César veni, vidi, vici.

Retrocediendo en el tiempo;  meses después del accidente de moto; meses en los que tuve que soportar una férula con el fin de que los músculos del hombro y brazo no perdieran su posición. Conocida
coloquialmente como "el avión". Y con ella me paseaba,  No era muy cómoda y su principal misión era preventiva, por si le daba por moverse. 

Un día soleado, a media mañana, estaba parado con mi hermana a la altura de la Avenida Baja Navarra 1, esperando tranquilamente a que el semáforo para peatones se pusieran verde. Como casi siempre que estás en esa situación, la mirada recorría los alrededores viendo los coches, la fuente, el paso de peatones, un niño que estaba cogido a su madre de la mano en el otro lado, también en espera para cruzar. 


Algo llamó mi atención: el niño me miraba atentamente y su mirada se trasladaba de mis ojos al brazo izquierdo una y otra vez. Con esa actitud aseguraba que estaba pensando en mi situación, mas yo no era capaz de asaltar sus pensamientos. Alguna cosa le comenté a mi hermana y por fin llegó el momento de cruzar la calle. 

Nosotros hacia delante; el niño y su madre, también. Enfrentados. Inevitablemente nuestro camino coincidía en mitad de la calle. Su mirada y la mía eran coincidentes.  De vez en cuando esbozaba una sonrisa que me hacía pensar que ya había preparado su actuación. Su madre paseaba tan tranquila con el niño cogido de la mano.

Y justo en el momento en que nos cruzamos, sonriendo y levantando el brazo, con una gran imitación de mi postura: abrió la boca y dijo en voz alta: "¡Ave, César!"

Tres personas reímos con grandes carcajadas, al tiempo que su madre ponía cara de circunstancias sin saber qué actitud tomar, hasta que por fin se unió a las risas. Probablemente también alguno de los que cruzaba la calle con nosotros. No hubo maldad, fue divertido . Una bonita ocasión para disfrutar. Y así lo hicimos. 

Nunca podré olvidar a ese niño. Le deseo lo mejor.











2 comentarios:

La muralla romana de Santa Criz

Peculiares hiladas Hace tiempo que despertó mi atención y no puedo evitar, cada vez que disfruto de la visita de Santa Criz, situarme frente...